Si hubiéramos tenido que definir la MetalMadrid 2015 con una palabra, sin duda, ésta hubiera sido ilusión. Frente a nosotros se nos presentaba un reto de lo más interesante: formar parte por primera vez de una Feria de máquina herramienta en la capital del Estado que, a pesar de su corta trayectoria, se posicionaba como una de las referencias en el calendario y una de las más activas en la búsqueda de sinergia entre los asistentes.

Después de muchos años en los que gran parte del sector económico europeo (en especial el estatal) estaba centrado en los servicios y el ladrillo, el Viejo Continente parece haberse dado cuenta de que una vuelta a sus orígenes era la mejor opción para seguir creciendo y seguir manteniendo su identidad. La industria como cimiento de una economía innovadora, responsable y sostenible que a su vez sustenta una sociedad más integradora y sostenible (con el medio y con los retos que demandan los nuevos tiempos).

Habitualmente las empresas tecnológicas que traemos a este blog suelen estar relacionadas con la electrónica de consumo. Ordenadores, teléfonos inteligentes, tabletas, software, etc. También tenemos un espacio más o menos regular para todas aquellas que se centran en el uso de tecnologías limpias, las célebres Cleantech, y a una de nuestras pasiones: las empresas del motor. Sin embargo, de vez en cuando nos cruzamos con empresas de origen industrial que destacan por su continua innovación, su apoyo a las start ups y su evolución como modelos de negocio responsables con el medio.

No es raro tener un gran producto, una solución técnica que suponga una mejora de rendimiento exponencial en un determinado área pero no saber cómo venderlo a los demás. Un "manual de instrucciones" de una nueva máquina, de un producto industrial, que se pierde entre una avalancha de palabras y que provoca desidia en el receptor del mensaje por su densidad.

Decía Steve Jobs que todos nacemos con diez stylus y que, sin duda, las manos son los mejores punteros de la naturaleza. No están sujetos a problemas de autonomía. Son flexibles y los únicos que responden en todo momento a lo que realmente quiere hacer nuestro cerebro. Es por eso que, poco a poco, la tecnología ha ido dando paso de lo analógico a lo digital y de la tecla al tacto.

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